sábado, 15 de noviembre de 2014


Pedazos de realidad
José Hierro

Lo cochambroso, lo vivido con tristeza y miseria, lo que cubrió la pátina del tiempo y de la pesadumbre, constituye la materia prima, el tema que le sirve a Julio Farell —que expone en Zodiaco— para sus vacaciones plásticas. Pero no se limita a transcribir lo viejo y ruinoso, sino que quiere que sea también la pintura —no sólo el asunto— la que parezca vieja y polvorienta. De los nuevos materiales utiliza el pintor algunos recursos —arenas, pastas arañadas que reproducen físicamente la madera castigada por la intemperie, metales— que le sirven para alcanzar el grado máximo de verismo. Sus cuadros son pedazos de la realidad reducida por los jíbaros, rincones suburbiales habitados por los pigmeos de Gulliver. Esa sensación de vida fosilizada es la que otorga a este arte tan realista su dimensión misteriosa. El aire y el tiempo han sido barridos por una escoba irreal. Estos rincones pobres pertenecen a una ciudad lunar. Son tan inquietantes como una figura de cera, que tiene la apariencia de los seres vivos, pero no tiene vida. Una pintura —casi relieve— ésta de Farell cuyo peligro estriba en caer en el virtuosismo imitativo.

[La actualidad española, Madrid, 1977.]

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